Me pregunta un agricultor preocupado si ante la inminente vendimia vendimia contaré con la ayuda de amigos, tal y como es habitual en el campo desde tiempo inmemorial.
Como quiera que mi explotación familiar, cada vez más ruinosa por obra y gracia de esas instituciones que supuestamente limpian, pulen y dan esplendor (¿o eso era la RAE?) al campo, puede vendimiarse en un par de semanas con el concurso de los miembros de la familia no es normal que recurramos a amigos ni busquemos otra colaboración extemporánea; aunque, cosas de quien solo ve vides en los reportajes de la 2, por alguna extraña razón nunca falta algún "animal de ciudad" que se ofrece con la mejor voluntad a enredar más que ayudar y que puede volver dos días después a la ciudad a lucir galones de heroe épico entre sus amistades "buaf, lo que cansa macho, reventao que vengo de los riñones, tu"
"Pues no lo hagas" me replica el agricultor.
Resulta que al parecer, en un loable afán por ombatir la explotación laboral y regular las labores del campo la administración (para el caso me es igual que sea autonómica o estatal) ha advertido a los agricultores con graves sanciones económicas si durante una inspeccción se encuentra trabajando en la recolección a personas ajenas al núcleo familiar.
Desde siempre el agricultor ha tenido que buscar apoyos para llevar adelante la campaña de recolección, que no es solo la culminación del trabajo de un año, sino un momento crítico que se circunscribe a una época muy concreta determinada por el punto de maduración óptimo de la uva, y que no puede demorarse pues siguiendo el propio ciclo de la vid a partir de ese punto pierde cualidades y comienza un irreversible deterioro.
Fruto de esta necesidad los viticultores han desarrollado formas de colaboración y cooperación mediante las cuales diversas familias se apoyan mutuamente en función de las necesidades de la recolección; y fruto del conocimiento de la situiación nunca faltan tampoco buenos samaritanos que se prestan a echar, con más voluntad que eficacia, una mano.
Porque la vendimia ha sido y aún es en nuestros pueblos, no solo un momento del ciclo agrario, sino todo un acto social que hermanaba a familias diversas y atraía a los pueblos y aldeas a hordas de jóvenes vendimiadores y vendimiadoras "a jornal" que convertían durante el mes de septiembre y el de octubre, a los pueblos en espacios bulliciosos y concurridos en los que a menudo se aprovechaba el momento para animar con bailes y otros actos sociales las escasas horas de ocio.
La vedimia, "sacar rosa" limpiar lentejas o pelar almendras fueron siempre momentos para el encuentro entre vecinos que, aparte de echarse una mano aprovechaban para estrechar lazos ¡cuantas bodas habrán resultado de esos momentos de encuentro!
Ahora es ilegal.
Es ilegal que mi vecino me ayude a recoger el cencibel o que yo le eche una mano porque se le pudre el bobal o la garnacha.
La cooperación es ilegal ¿verdad que vivimos en un mundo solidario? ¡Que bello pais!
¡Que loable iniciativa de las administraciones el velar por los derechos laborales de las personas! Supongo que por ello en la próxima Copa América todos los trabajadores estarán remunerados y Madrid 2016 habrá considerado en su candidatura el proyecto de poner en nómina a todos los voluntarios olímpicos.
¿NO? Vaya... ¡que decepción!
Claro, los derechos laborales solo son derechos cuando no es la administración la que se los pasa por el arco de triunfo.
Bueno, no seamos injustos, la administración no solo es laxa con ella misma. Las constructoras emplean a cientos de ilegales a ojos de todo el mundo y tampoco parece que la administración haya cerrado muchas. Los agricultores en cambio son tipejos rurales de segunda y a ellos todo les cabe: topillos, precios por los suelos, intermediarios, y la prohibición tajante de ayudar al vecino o a los padres de tu novia si no has pasado por el juzgado ¡BIEEEEEEEEEEN!
2 comentarios:
No tenía ni idea de esa ley. Menuda putada para el trabajador de la tierra.
esta ley la habrá inventado algún madrileño con familia en el pueblo. Vaya excusa cojonuda para no ayudar a segar, empacar, ir a por las vacas o, como en tu pueblo, vendimiar.
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