domingo, 15 de enero de 2012

Villar de Cañas: cambiando seguridad y salud por dinero

Retomo, tras un largon parón, el blog. Han sido estos unos meses de descanso, necesarios cuando un proyecto como este se alarga en el tiempo y quien lo gestiona ha de dedicar a ello una parte de su tiempo libre.

Vuelve a funcionar el blog, y vuelve a hacerlo con un tema candente que vuelve a poner de manifiesto las bochornosas políticas etsatales respecto al medio rural castellano y como este, amenazado por la despoblación y la ausencia de inversiones, ha de aceptar convertirse en el basurero tóxico de otros. Hablo, efectivamente del almacén, falazmente denominado "temporal" de residuos radiactivos. Un almacén de basura nuclear, conocido por las siglas "ATC" del que muchos predican sus bondades, pero que nadie plantea instalar en algún rinconcito del Paseo de la Castellana ni cerca de ningún lugar medianamente poblado.

Llegados a este punto, es preciso apelar al sentido crítico del lector para plantearle si cree, realmente, que, siendo tan buenos, beneficiosos y seguros estos basureros radiactivos, tiene sentido instalarlo en un humilde y minúsculo pueblecico conquense en lugar de hacerlo en las decenas de ciudades españolas y europeas, que a buen seguro pugnarían a brazo partido por hacerse con tamaña maravilla.

Mucho nos tememos que la respuesta es obvia: el ATC se va para un pueblo humilde porque quienes tienen fuerza para rechazarlo tienen poca intención de que les planten vertidos nucleares cerca de sus casas, chalets y mansiones.

Siendo el ATC tan beneficioso y teniendo el estado serios problemas financieros, me permito sugerir como solución la instalación de dos mini-ATC anexos al Palacio de la Moncloa y al Palacio de la Zarzuela, lo que sin duda mejoraría la solvencia financiera de España, eso siempre, claro está, que la gestión del segundo no se deje en manos de Urdangarín, cuya capacidad como gestor está siendo estos días digamos... ejem... discutida.

He aquí que como el maravilloso ATC no lo quiere nadie, por él pugnaron pueblos que, o bien llevaban años soportando instalaciones nucleares (total, ya puestos...) o llevan años de declive sin que nadie invierta en ellos y han de agarrarse a un clavo ardiendo, aunque sea radiactivo. El favorito era Zarra, valenciano y próximo a la nuclear de Cofrentes, pero he aquí que el gobierno valenciano del PP, desarrollista y manirroto, pero no tonto, dijo que nones, que ya traga con una central nuclear (y futuro vertedero) y con eso le basta, le sobra y se apaña. El rebote salpicó a Villar de Cañas y en esas estamos: a Cuenca le esquilman el agua, le anegan valles en embalses a mayor gloria de los regantes valencianos y ahora también le colocan sambenitos atómicos... ¡Cuenca, que hermosa, ninguneada, p-teada, apaleada y engañada eres!

El día que las "turbas" conquenses se conviertan exactamente en eso, en una turba indignada, a algunos en este estado les va a faltar AVE para salir volando.

Mientras el PP valenciano se pasaba la doctrina de su partido por la parte de la anatomía donde las naranjas no se refieren a una fruta de la huerta en CLM la Cospedal, en justo acatamiento, pleitesía y reverencia al amado y desaparecido durante medio invierno, lider Rajoy aplaudía con las orejas la decisión de instalar un basurero, bien lejos de su casa, eso sí.

Poco esperábamos del insulso, irrelevante, incompetente, ineficaz y semimomificado Barreda. De la García Cospedal esperamos menos, si es que cabe esperar algo de una señora que parece dar más valor a su puesto en el PP que al cargo de presidenta de CLM y en consecuencia pasa mas tiempo intrigando en Madrid que gobernando en Toledo. Una señora que ya sentó catedra supeditando el estatuto de la autonomía que ahora preside a los intereses de Murcia, tal y como se denunció en este mismo blog, y que ha demostrado en sobradas ocasiones que para ella Castilla-La Mancha no es más que una plataforma de paso que puede malvender en beneficio de sus propias ambiciones personales, ambiciones que apuntan a una poltrona en Madrid. Castilla-La Mancha y en especial Cuenca, sus casas "colgantes" (como ella misma las llamó demostrando nulo conocimiento sobre su patrimonio) y sus vertederos radiactivos, parecen poca cosa para ella.

Roma no paga traidores, Castilla los hace presidentes.